miércoles, 15 de enero de 2014

Primera Parte - El Comienzo: El Fantasma del Profesor Silver.

1
EL ÁNGEL VAMPIRO





El Profesor de Historia, Lyoneth Finley, se encontraba caminando en lentos círculos alrededor de sus alumnos del cuarto curso de secundaria en el Silvercry High School, de Overworld Central City. Estaba a punto de culminar su clase como solía hacerlo desde hace unos 20 años: Narrando la leyenda de Aleas.
«Absurdo cuento de hadas» Pensó Rose, desde su asiento en la parte posterior de la esquina derecha, al lado de una de las grandes ventanas de vidrio.
Finley abrió el viejo libro con el lomo de cuero marrón ya agrietado y desgastado a causa de los largos años de uso, y comenzó su historia aclarándose la garganta y levantando lo suficiente la voz para que todos en el aula escucharan—: “Hace mucho tiempo, cuando las tierras estaban divididas por el dominio de los Dioses, y los hechiceros eran considerados semidioses, se originó una interminable batalla entre el reino de los vivos y los muertos —levantó la cabeza y les dirigió una mirada significativa a sus alumnos por encima de sus gafas redondas—. Para ese entonces —dijo reanudando la lectura y volviendo innecesariamente la cabeza al libro—, existió un grupo de jóvenes exterminadores de espectros paranormales, que luchaban utilizando hechizos y rituales mágicos contra los demonios y espíritus que invadían sus tierras, y que estaban dispersados por todo el mundo a causa de la guerra —paró un segundo por un poco de aire—. Este grupo de jóvenes hechiceros, estaba ya cansado de luchar contra estos demonios, ya que mientras más eliminaban más aparecían”.
Rose concentró su mirada a través de la gran ventana, en algún punto en las lejanas colinas que se encontraban más allá de los terrenos de la secundaria Silvercry y los bosques que la rodeaban, al mismo tiempo, no fijándose en nada en particular. Solo quería alejar su mente de aquellas cuatro enormes paredes.
Había tenido que leer y escuchar esta historia todos los días desde que inició el Jardín de niños. Y estaba casi segura, de que al igual que el Profesor Finley, ella podría recitarla de memoria. Con todo y signos de puntuación.
Su mirada vagó por el salón concentrándose brevemente en la melena rubia del chico nuevo. Era de un extraño y hermoso color rubio que brillaba como el sol, y que se veía casi blanco cuando los rayos de luz daban con él. De repente, Rose se encontró preguntándose qué se sentiría al pasar sus dedos por ese cabello, y si alguna vez tendría la oportunidad de averiguarlo.
Se dio una breve sacudida mental y apartó la mirada de aquel chico bruscamente, y dando un pequeño brinco en su asiento al ver al profesor pasar a su lado y dirigirle una mirada.
—“Entonces —prosiguió el Profesor Finley con su narración. Rose se había perdido gran parte de ella, pero de todos modos, intentó concentrarse—, decidieron irse en un viaje en busca de un lugar libre de espectros, para así poder restablecer su vida y la de los otros poblanos en ese lugar, sin tener que preocuparse en un largo tiempo por los no vivos. Después de tanto buscar, y sin mucho de qué hablar, encontraron una enorme isla, la cual no estaba infectada” se detuvo recostándose de su escritorio y escrutó con la mirada a sus estudiantes, observando que la gran mayoría no había ni escuchado las cuatro primeras palabras—. Según lo que ellos pudieron notar y según lo que ellos pensaron... —Hizo una mueca y agregó amargamente—: Al momento.
Aquella era la razón por la cual él hundía la cabeza en dicho libro cada vez que narraba la historia a su clase. La conocía de memoria, así que leerla era un lujo innecesario, pero por lo menos el ocultar la mirada en el libro, le daba la sensación de que su trabajo era tomado en serio por sus estudiantes y colegas profesores. O por el resto del mundo. Aunque por el buen Dios, supiera que no era así.
Tomó una profunda respiración y prosiguió, solo deseando que pudiera acabar de narrar lo suficientemente rápido o que la campana de salida anunciara el fin de la clase para poder largarse y tomar una deliciosa taza de café recién hecho. Casi podía imaginarse lo que su madre le diría si estuviese viva—: Terminarás matándote con esa basura, Lyoneth —le reprendería ella secamente, y entonces el por fin tendría el valor para decirle—: Es cafeína, madre, no alcohol etílico. Por lo menos podrías fingir siquiera que te importo.
“La isla era el lugar perfecto, era todo lo que ellos necesitaban. Mientras la exploraban, pudieron notar que era un lugar muy pacífico y hermoso dijo con voz neutra, observando al reloj de pared al fondo como si le suplicara—. Tenía grandes lagos de aguas cristalinas, árboles y plantas muy bellas y frondosas; era un paraíso, sin mencionar sus altas montañas con simas nevadas, perfectos cambios climáticos con llegada de las cuatro estaciones: primavera, verano, otoño e invierno”.
«Todo es una gran mentira».
Rose desvió su mirada en un impulso inconsciente al chico de la melena rubia, en el instante en que escuchó el susurro en su cabeza. El corazón le brincaba en el pecho arremetiendo con fuerza contra sus costillas. ¿Qué diablos había sido eso? ¿Y por qué había volteado a mirar a Joe True en cuanto escucho el susurro?
El chico se encontraba recostado en su asiento en su particular modo relajado, mientras movía continuamente el lápiz por encima de una hoja en su cuaderno. Mantenía su rostro inexpresivo, lo que le hacía ver extraño y hermoso de una manera sobrenatural, era como si le hubiesen sacado de uno de esos libros que ella acostumbraba a leer y que tanto le gustaban. Tenía unos labios llenos y expresivos, mandíbula fuerte y anchos pómulos. Como si fuese necesario, unas espesas y largas pestañas le bordeaban esos dos grandes y hermosos ojos azules cristalinos, casi blancos.
El dorado cabello le caía levemente sobre la frente, rizándosele en las puntas. Y su tez era pálida, con un leve tono dorado, como si hubiese pasado mucho tiempo expuesto al sol y luego hubiese recibido de lleno al frío invierno; excepto que sabía que no era así, era su color natural. Una tez pálida y dorada, era hermoso. Tenía un atractivo hermosamente peligroso, y la tenue aura oscura que flotaba a su alrededor hacía que el aire se sintiera duro para respirar. «Debería ser un delito ser así de hermoso, así de perfecto» Pensó.
Se entretuvo un rato pensando que su apariencia era algo insólito, con sus gráciles movimientos de ángel y con ese aire oscuro  y cargado de peligro que le rodeaba. «Como si fuese un ángel y un demonio, un vampiro. Un ángel vampiro».
Rose pudo ver un cambio en el rostro del muchacho. El fantasma de una sonrisa asomándose por sus suaves rasgos.
«¿Un ángel vampiro, eh?»
Rose se estremeció. La voz había sonado ligera y clara en sus pensamientos, en un tono lleno de curiosidad y diversión. Se dio otra leve sacudida mental y notó que la expresión del chico había vuelto a su estado neutral. Algo gélido esta vez.
«¿Dibujando?» Se preguntó Rose observando los suaves y elegantes movimientos de su mano.
«¿Curiosa?»
Ahogó un gritito cargado de miedo y asombro, pero no pudo evitar dar un pequeño salto en su asiento. Un fuerte escalofrío le recorrió la espalda, provocando que su asiento saltara con ella, haciendo que soltara un molesto chirrido en cuanto tocó el suelo a sus pies.
El Profesor Finley detuvo su lectura, levantando la cabeza de su libro e inmediatamente todos voltearon a verle. Hasta Joe volteó con una leve expresión divertida plasmada en su rostro, la miraba fijamente a los ojos.
—¿Hay algo que desee compartir, Srta. Lee? —Preguntó Finley, sin embargo, no sonaba enfadado, sino un tanto agotado.
Rose se obligó a apartar su mirada horrorizada de los ojos de Joe, y miró a su Profesor negando con la cabeza para enfatizar su respuesta—: No, señor.
Finley se aclaró la garganta y continuó narrando, y Rose trató fuertemente en concentrarse, sabía que al final vendrían una serie de extenuantes preguntas.
—“En la montaña más alta, encontraron una inmensa cueva —continuó Finley—, la cual tenía en su interior un hermoso lago. El lago tenía en el centro una gran roca plana, y en ella encontraron un círculo formado por siete piedras mágicas de varios colores, con grabados, y en el centro una bella piedra de color morado. Los jóvenes intentaron tomar las rocas, pero estas estaban muy difíciles de sacar; parecían estar atoradas, fue cuando Alfa, el hechicero líder decidió descifrar el grabado que poseían las rocas, ya que era el único que entendía el lenguaje de los Dioses dijo esa última frase clavando sus pálidos ojos verdes en ella, lo que le provocó otro extraño escalofrío—. Después de tanto pensar solo pudo notar que eran unas iniciales, pero no tenía la menor idea de qué, así que intentó tomar la roca que se situaba en el centro, y al tocarla se iluminaron unos escritos alrededor de las piedras. Al leerlo en el idioma de los dioses, las rocas saltaron a las manos de los jóvenes, mientras que Alfa pudo tomar la piedra elemental”.
»”Con el tiempo descubrieron que las rocas les habían otorgado nuevos poderes, y que cada una de ellas tenía un control especial: la roja controlaba el fuego, la azul controlaba el agua, la verde controlaba el viento, la amarilla el rayo, y la roca marrón controlaba la tierra, mientras que la roca de Alfa poseía control sobre todas ellas; el único problema era que aún no habían descubierto que poder especial tenían las otras dos rocas. Hasta que un día lo descubrieron de la peor manera —suspiró—. Elliotte el cual poseía la roca de color blanco, y Cederick quien poseía la negra tuvieron una muy fuerte discusión; al principio a los demás no se les hizo tan extraño ya que como hermanos, vivían en ese plan de rivalidad. Pero después se complicaron un poco las cosas, cuando empezaron a luchar entre ambos utilizando la magia de las rocas, lo cual ocasionó un gran desastre ya que de estas rocas, una dominaba la luz y la otra la oscuridad”.
»“Alfa consideró que eran unos poderes demasiado peligrosos, y que debían utilizarlos con precaución y solo cuando fuese necesario; pero Cederick no quedo muy convencido con la decisión del hechicero Alfa; él se decía a sí mismo. -¡Solo porque sea el único del grupo que comprende el idioma de los Dioses no significa que sea el líder!-. Así que tomó la peor decisión que pudo haber tomado en toda su vida. Aprender el idioma de los dioses. Años después, luego de asegurarse de que todo estuviese en orden, los hechiceros trasladaron a todos los sobrevivientes de la guerra a la isla, a la cual le dieron el nombre de Aleas; igual que la diosa cristal de hielo”.
»”Después de que todos se habían restablecido en el lugar; Cederick ya había abusado de la magia lo suficiente, como para saber todo sobre el poder de las rocas y sus límites, revelándose ante sus compañeros y desatando otra inmensa guerra, en el lugar donde ahora ellos pensaban que jamás ocurriría”. —Levantó la cabeza del libro y cerrándolo continuó narrando la historia de memoria—. “Los hechiceros intentaron luchar contra él, pero fue imposible, su poder era demasiado grande; así que Alfa quien también había aprendido a usar los poderes de la roca elemental, tuvo que tomar una fuerte decisión: invocar un oscuro hechizo prohibido para eliminar los demonios, y sellar el poder de la roca negra; pero para ello, el hechicero tendría que brindar un sacrificio…”
Finley miró expectante a todos los estudiantes de su clase de Historia.  Él sabía que la mayoría de ellos no habían escuchado ni la cuarta mitad de la historia, pero igualmente sabía que la mayor parte de ellos se habían visto en la obligación de aprenderla de memoria debido a la exigencia de sus familias y el empeño de estas en dar la talla con las familias antiguas y poderosas del país. Suspiró cansadamente y aclaró su garganta antes de preguntar—: ¿Alguien sabe qué tuvo que sacrificar el hechicero Alfa para eliminar a los demonios y sellar la roca negra?
Joe True, desde su asiento delantero en primera fila, se recostó relajadamente y le miró con aire burlón.
—Ja. —Resopló—. Parecen los cuentos de mi hermanita. Si tuviera una hermanita, claro.
El humor de Finley cayó a sus pies al oír la exultante carcajada que emitió la mayoría de la clase. Su espalda se tensó y le dirigió una mirada significativa al joven antes de preguntar nuevamente un poco más recio—: ¿Alguien sabe que es lo que tuvo que sacrificar el hechicero Alfa, para acabar con todo el mal de la roca negra? —Plantó el libro a un lado en su escritorio y agregó—. Si alguien sabe, que hable ahora…
¡O calle para siempre!Exclamó Joe con más entusiasmo, haciendo a la clase reír nuevamente, elevando todos los sentidos de Finley al límite junto con su rabia, como si elevarla más fuese posible.
Rose rodó los ojos.
Siempre era lo mismo en todas sus clases. A finales del verano, el incomparable multimillonario Joseph True, había aparecido en la ciudad junto a su tío abuelo el gran Lord. Edward Valkmisht. Y a comienzos del semestre se había matriculado en el Silvercry High School como estudiante del cuarto curso de secundaria. Desde un principio, había empezado destacando en sus notas, siendo la competencia de ella misma en el cuadro de honor estudiantil. Demostrando tener unas excelentes habilidades competitivas, fue nominado y congraciado con el título de  capitán del equipo de futbol soccer del colegio, lo que no había ocurrido en 20 años, ya que el capitán siempre solía ser un estudiante de último curso. Tenía a la mayoría de las chicas muertas a sus pies. «Y se ha coronado a sí mismo como el mayor saboteador de clases en la historia del peldaño de la Secundaria Silvercry» Pensó Rose. Quien no se veía igualmente afectaba por sus encantos naturales, o más o menos así solía pensarlo ella.
¡Yo me opongo!Dijo Joe, fingiendo estar un poco abatido—. Por favor —Resopló—, ¿Qué vamos a saber nosotros, Finley? Usted es el que está narrando. Agregó con un tono muy sarcástico.
Finley lo observó fijamente y un poco enojado por la gran risa que tenía toda el aula de clases, le dijo con aire sarcástico—: ¡Joseph, Joseph, Joseph… mi querido amigo Joseph True! Hay que ver que es muy buen comediante. Un gran don. Sí, un gran don. Al igual ese gran estilo, buenos dones. Muy buenos. Sí, debo aceptarlo.
—Aquí vamos de nuevo. —Murmuró Rose más para sí misma, ya sabiendo por donde se dirigían.
¡Wow Finley! —Exclamó Joe con asombro notablemente fingido—. Por fin decidiste entrar a la realidad. Sin ofender. Se rió y agregó—: Claro son grandes dones…
Finley tomó aire, enarcó las cejas y levantó el dedo índice en su típica manera de advertencia.
No crea que…
A diferencia de usted que no tiene ninguno. Lo interrumpió Joe con otra broma de mal gusto.
Esto provocó que toda la clase riera a carcajadas nuevamente lo que enojó mucho más al profesor Finley, de ser posible enojarlo más.
Como es normal en cualquier secundaría, el chico popular nunca trabaja solo, siempre tiene una manada se simios salvajes actuando a su favor. En este caso, Joe tiene a Ruth, Ruther Kilmer, su mejor amigo y anteriormente el chico más atractivo de toda la secundaría, antes de su llegada.
¡Whoa, lo dejaste frio amigo! —Rió Ruth dándole una palmada en la espalda a su amigo frente a él.
Joe le sonrió a su amigo de soslayo.
Sí, ese es otro de mis dones.
Los ojos de Finley se volvieron como platos, tratando de contener su rabia todo lo que le fuese posible… se dijo Rose.
¡Suficiente! —Gruñó—. Hasta aquí llego mi paciencia…. Ustedes dos son solo unos mediocres mal educados…
Entonces no ha hecho bien su trabajo. Balbuceo Ruth, intentando sostener la risa y comprendiendo tardíamente el mal momento para el chiste.
Finley clavó sus ojos en él.
¿Cómo dice, señor Kilmer?
Ruth intentó disimular no estar un tanto nervioso:
Digo no… Teniendo un título como el suyo…
El rostro de Finley estaba tan rojo como un tomate, la rabia desbordándose por sus poros.
¿Cómo dice?Demandó.
Ruth se puso aún más nervioso, y casi tartamudeando respondió.
Per… perdón... solo digo…
Finley cerró los ojos intentando no estallar y descargar todo su estrés y rabia con el chico, tomo varias respiraciones y luego le miró fijamente.
¿Sabe qué? —Preguntó retóricamente—. Mejor ya no diga nada… —Su barbilla se tensó tratando de no gruñir las siguientes palabras—: Niños malcriados, eso es lo que son todos ustedes… sí, eso son, unos chicos muy…
Justo en ese momento, la puerta del aula se abrió de golpe dándole paso a Nethan Paxton, el tercero de los famosos.
¿Populares?Interrumpió al profesor con otra broma, sin poder evitar unirse a la dinámica conversación, muy motivado, actuaba como poeta enamorado.
Esto hizo de nuevo reír a toda la clase. «Exasperantes, eso es lo que quería decir. A nadie le importa lo malditamente populares o atractivos que ustedes tres, Simios Salvajes, sean» Quiso gritarle Rose, pero se contuvo ya que no quería formar parte de la productiva actividad social.
¿Cómo dice usted que acaba de decir? —Inquirió Finley mordiendo su rabia.
Nethan sonrió arrogante y se recostó de la puerta cerrándola con el pie.
Que somos muy populares. —Enarcó una ceja—. ¿Eso quiso decir cierto?
¿Populares?Repitió Finley con un sabor amargo en la boca.
Como es costumbre, Nethan trató de enfurecer a Finley, nuevamente, como si pudiera estar más enfadado.
Sí… ¡Populares! con un sabor amargo en la boca:aba a punto de entrar en pcinco; solo as de cemento. no Decir que su tono era arrogante, sería un insulto a la palabra, pues era más que eso, era arrogante, confiado y desafiante a la vez. Es decir, que somos fantásticos, unos jóvenes muy especiales… ¿O mejor dicho? Los más populares en todo el Silvercry High School. Somos… como superestrellas.
Señor Pasto —Silbó Finley alzando el tono—, ¿Por qué mejor no se va a pastorear todas las cuerdas que se le han ido zafando en el camino y deja de interrumpir mi clase?
Al parecer las cosas no salieron como él esperaba.
No, muchas gracias profesor. —Dijo cruzándose de brazos—. Pero, seria de mala educación de mi parte, robarle el trabajo con el que ha podido ganarse la vida. Nethan exclamó muy disgustado.
Toda la clase estaba que moría de la risa, en especial Joe y Ruth. Rose en cambio, ya estaba algo resignada a que su tío Finley se dejara llevar diariamente por las tonterías de estos tres jóvenes. Pues sí, Lyoneth Finley era su tío, o por lo menos eso le había dicho su madre en cuanto tuvo uso de razón. Finley no era tan malo, un poco amargado tal vez, pero no siempre había sido de aquella manera. Todo comenzó con la muerte de su madre, quien hasta hace 7 años había vivido junto a él.
¡Auch! —Exclamó Joe divertido, sacando a Rose de sus pensamientos—. Eso debió doler.
¡Suficiente! Esto ya es el colmo. Exigió Finley en voz alta.
Pero justo en ese momento sonó la campana. «Al fin» Pensó Rose. Al menos el profesor Finley podría respirar un poco. Hasta a ella se le hacía un tanto fastidioso escuchar a esos simios salvajes parlotear y hacerle la vida imposible.
Después de que todos salieran se acercó tranquilamente hacia su tío.
¡Salvados por la campana! —Exhaló con cansancio—. Es increíble.
Oh vamos Tío, ya deberías estar acostumbrado. —Le dijo—. Desde que comenzamos el año escolar has tenido que aguantar no solo a Paxton y a Kilmer, sino que este año tenemos a la sensación del momento, Joseph True.
Él se encontraba un poco cansado de discutir con los chicos por lo que no le prestó mucha atención a su broma.
Suspiró.
Sí, ya lo sé, ya lo sé, Rose. Dijo en su tono cansado—. Pero es que si tan solo pudieran comportarse por lo menos un momento… no me haría nada mal descansar un buen rato de todos estos gritos…
La puerta se abrió de golpe y unos pasos avanzaron hacia ellos, Rose intentó mirar de soslayo pero todo lo que alcanzó fue a escuchar su ávido comentario.
Hay vamos, Lyoneth ¿Tan afectado quedaste?Chasqueó.
Al parecer no tanto como usted, señor True. Escupió Finley.
Sin más. Era él. El patético y arrogante chico nuevo. Lo odiaba, y ni siquiera sabía la razón. Él no le había hecho nada para merecerlo, al contrario debería estar más que agradecida, pero no podía sentir ningún otro tipo de afecto hacía él. Tal vez por el simple hecho de que todas las chicas se babeaban con solo verle pasar. Se derretían por él, y ella no entendía por qué. «No es la gran cosa» Se dijo.
Sí, era muy atractivo, tanto que debería ser ilegal poseer un rostro y un semblante como aquel. Era un chico fuerte, eso no podría negarlo y mucho menos olvidarlo. Él la había salvado de ser arrollada por un tren en las afueras de Painthole al sur de Davertown en el Estado de Sfieldclass, cuando había ido con su hermana Rosalie a visitar al tío Jeffrey.
También tenía mucho dinero, tanto que era hasta más rico que el propio presidente, y vivía en la casa más grande de todo el país. El palacio de los Valkmisht. Pero no, no solo por eso tenía que comportarse como un idiota y esas niñas tontas verlo como lo más maravilloso del mundo. Solo. Era. Un. Chico. Muy atractivo y con una gran cuenta en el banco. ¿Dónde quedaba la dignidad?
¡En lo absoluto!Exclamó Joe enarcando las cejas, él tenía una voz profunda que completaba el kit de chico mega sexy—. Dudo que a su edad haya alcanzado a entender mis términos.
Finley hizo rodar sus ojos y se concentró en guardar sus cosas en su maletín.
¿Vas a continuar, jovencito?Exigió en tono cansado.
Joe se cruzó de brazos y se recostó del escritorio de pupitre más cercano.
Quizás, pero por lo menos no seré un cobarde. Se burló.
Ambos se quedaron viendo fijamente el uno al otro con miradas desafiantes. Eran tan irritantes, se comportaban como unos auténticos idiotas.
¡Ya basta los dos!Demandó Rose alterada, colocándose en medio de los dos y separándolos con los brazos extendidos a cada uno de ellos.
Joe se acercó a ella y le ofreció una media sonrisa de lado.
¿Usted qué dice, chica genio? —Preguntó fingiendo interés—. ¿También le molesta?
No. No me molesta. —Dijo mirándolo inexpresiva— Solo digo que no deberían de comportarse así. Trató de sostener la calma—. Y además… Respiró profundo y se plantó en frente de Joe mirándolo fijamente a los ojos, tratando de sonar lo más seria posible—. Me llamo Rose, Rose Lee. Presidenta Estudiantil para usted. No chica genio, señor True.
Él la miró igualando su mirada, aunque con una cierta pizca de disgusto en ella.
¡Igual, es igual!Suspiró Finley aunque ninguno de los dos se volvió a mirarle—. Agradece que no te piense castigar, Joseph. Exhaló mientras salía del aula—. Cierren después de borrar la pizarra. Añadió dando golpecitos a la pizarra con la ñema de los dedos.
Nunca, en el tiempo que llevo conociéndola —Comenzó Joe sonando levemente sorprendido, su voz era un poco más profunda. Más hipnotizante—, había notado lo bellos que son sus ojos mí querida presidenta. Son increíblemente hermosos.
Rose contuvo la ganas de estremecerse. Sus ojos se relajaron, y la miraba de esa manera que volvía locas a las chicas. «A diferencia que a mí no me causa ningún efecto» Se juró.
Y en todo el tiempo que llevo conociéndolo, no había notado lo pesado que podía llegar a ser, mi señor. Desdeñó—. Eso conmigo no funciona. Y muévase rápido, tenemos clases con el entrenador Parketh, y ya usted muy bien lo conoce Tomó las llaves del escritorio sin apartar la mirada—, ¿Capta?
Joe enarcó ambas cejas.
¿Pesado, mi lady? ¿Y eso como por qué?Preguntó mientras se dirigía a limpiar la pizarra—. Lo dije en serio. Tiene unos hermosos ojos... ¿Grises?
Sonrió de nuevo por encima de su hombro y levanto una ceja, esta vez parecía tener intensiones de persuadirla, se dijo Rose. «No voy a suspenderlo. Pensó. No tiene por qué hacer eso» Intentó relajarse.
No son grises. Dijo inexpresiva.
Se detuvo un momento a mirarla. Se acercó unos pasos, tal vez demasiado, se dijo. Inclinó la cabeza como para intentar verle desde otro ángulo.
Rose sintió un leve escalofrío recorrerle todo el cuerpo mientras se concentraba en la intensidad de su mirada. Él no estaba respetando su espació personal, así que retrocedió unos pasos hasta tropezar y caer sentada en una de las mesas, pero él se acercó más.
Joe reposó sus brazos en la mesa detrás de ella, con la que había tropezado. Seguía intentando intimidarla, quería que ella se demostrara débil, que bajara sus defensas para que así él pudiera controlarle. Si tan solo pudiera ver ella misma la expresión que tiene pasmada en su rostro. Joe sonrió para sus adentros.
¿Azules?Dudó. Estaba algo confundido a decir verdad, sus ojos le eran una anomalía y frente a las miles de cosas que había visto en toda su vida, era ya bastante decir. Ni siquiera aun sabiendo que sus propios ojos eran igual o más anormales, con su frío y brillante iris azul plateado, que podían ser tan hermosos como aterradores y sedientos como impenetrables. Siempre fríos y calculadores, tan llenos y a la vez desprovistos de cualquier emoción. Mas no podía dejar de mirar esos dos ojos hermosos que poseía esa hermosa chica, y tampoco podía resguardar más tanta curiosidad, necesitaba acercarse más ella.
Rose pestañeó. No sabía que responder realmente, siendo sinceros, sus ojos nunca tomaban un color definitivo y siempre estaban cambiando. Aunque desde que era pequeña, los médicos siempre le dijeron que eran verdes, ella siempre los había visto tornarse grises, azules. A veces hasta miel. Pero muy pocas veces los veía verdes.
Aun así respondió.
Verdes. Intentó apartarse para escabullirse. Pero él la sostuvo por el brazo.
Al ser la presidenta del comité estudiantil, Rose ya había tenido en ocasiones anteriores el privilegio de entablar conversación con Joe, en realidad, desde que era su tutora en ciertas materias (Cosa que ella aún no comprendía, debido a sus altas calificaciones, él no lo requería) tenía dicho privilegio aproximadamente… todos los días. Pero aquellas siempre habían sido conversaciones normales, nada había sido tan perturbado como esto, él nunca había violado su espacio personal.
¿Verdes?Seguía dudando, sonando un poco divertido. La volvió a mirar con esos ojos—. ¿Segura? Pareces un poco confundida, Ángel.
Sí. Son Verdes. O por lo menos hasta donde tengo entendido sé que lo son. Objetó. Él se mojó el labio inferior con la punta de la lengua, lo que le devolvió esos escalofríos, pero en esta ocasión… en vez de frío, era un intenso calor—. ¡Vamos! Llegaremos tarde. Dijo al fin tratando de que su voz no sonara quebrada.
Me alegra que no vaya a suspenderme. Pero dije en serio lo de sus ojos. Dijo Joe notando que se hallaba incomoda con él a esa distancia. La cual era muy corta. Para nada espaciosa. Solo había espacio para que una pequeña ráfaga de aire se colara a través de ellos «Misión cumplida. No es tan fuerte como finge ser» Se aplaudió él internamente. Le dio un poco de espacio—. Jamás lo había notado.
Rose hizo un intento por sonreír, había querido agradecerle segundos antes de comprender. «Espera. Se dijo—. ¿Acaso me agradeció por no suspenderlo? ¿Cómo lo supo? Yo en ningún momento dije nada al respecto».
Yo no dije nada de…
¿A no?Le interrumpió y le regaló otra pícara sonrisa de las que posee—. Creí haber escuchado que no ibas a hacerlo. Pero bueno. Supongo que lo merezco.
Rose le miró boquiabierta. Lo había hecho de nuevo. Ella no había dicho nada, pero sin embargo él lo había sabido. Y estaba casi segura de que no era la primera vez que lo hacía. Llevaba un largo tiempo pensándolo. A decir verdad desde que entro al instituto. «¿Leyó mis pensamientos? No, imposible. Es algo absolutamente irónico y fuera de este mundo. Ese tipo de comunicación es totalmente…» No encontraba la palabra.
«¿Impresionante?»
Rose se sintió un poco mareada. No sabía si había escuchado su voz en su cabeza o él lo había dicho realmente. «No, imposible, aun no le he quitado los ojos de encima y no ha movido la boca siquiera para respirar como para pensar que lo ha hecho. ¿Estaré alucinando?» Se preguntó. La cabeza empezaba a dolerle.
¿Te sucede algo, Ángel?Preguntó Joe con algo parecido a preocupación. Sus ojos brillaban cada vez que repetía ese apodo. Ángel. Notó Rose.
Su corazón se aceleró. Estaba asustada. ¿Era posible que él pudiera hablarle de esa manera? No. Eso no era posible, tenía que ser solo imaginaciones suyas. Cerró los ojos, respiró profundo y volvió a conservar la calma.
No. —Mintió—. Y no me llames Ángel. Ya te he dicho que no me gusta.
Él solía llamarla de esa manera. Le puso ese sobre nombre el día en que se conocieron, el día que la salvó de ser atropellada por aquel tren. Había discutido con Rosalie por lo mismo de siempre, por tratarla como una inmadura e infantil mentirosa.
—¡Pero es cierto! —Había protestado—. Yo lo vi, estaba parado al otro lado de la ventana, Rosalie.
Su hermana le había mirado con el ceño fruncido.
—Ahí no hay nadie, ¿Qué tan mayor crees que te hace parecer inventar tantas tonterías, Rose? —Le había gritado.
—No son tonterías, era un hombre. —Se había defendió—. Era alto y… tenía el rostro vacío, pálido y…
Rosalie levantó una mano indicando que se detuviera.
—Basta. —Había exigido—. No más mentiras. No más falsos testimonios de personas rodeando la granja, porque en realidad no hay nadie más que él tío Jeffrey, tú y yo en un radio de unos 40 km.
Los ojos le ardían, pero Rose se había prometido no llorar frente a su hermana.
—Ros…
—No. —La había interrumpido—. Crece de una buena vez Rose, deja de inventar cosas.
—¡Deja de tratarme como a una niña! —Había exigido Rose—. Yo sé lo que vi.
—Y yo sé que es mentira. Así que madura, porque hasta que no dejes de comportarte como una niña no dejaré de tratarte como tal.
—Pero…
—Por el amor a Aleas e Hinmus, deja de inventar cosas. —Había insistido su hermana mirándola con ojos iracundos—. No. Existen. Los. Fantasmas.
Luego de aquella fuerte discusión, Rose había tomado su sudadera y había salido a trompicones de allí. Había querido tomar algo de aire por los alrededores de la casa, pero mientras su rabia se escabullía fuera de ella se perdió en sus muchos pensamientos y terminó por encontrarse recorriendo las calles vacías de Painthole.
Eran alrededor de las 11:30 pm para cuando comprendió la distancia que había recorrido desde la granja de su tío Jeffrey hasta el pueblo, caminando. Media hora. Había caminado todo el trayecto en media hora y lo peor es que no tenía intenciones de regresar aún, sabía que estaba siendo un poco infantil pero no le importaba, de todas formas ya su hermana la consideraba una inmadura.
Le había sorprendido el silencio que gobernaba en las calles de Painthole, ni siquiera los pequeños bares que se encontraban despiertos las 24 horas del día estaban abiertos. Ni tampoco se oían los normales sonidos nocturnos: Ni grillos, ni búhos, ni ranas…
O un aullido.
Rose miró la luna llena que brillaba en lo alto del cielo despejado inundado de estrellas. A pesar de que aún no acababa el verano, hacía un frío increíble que la hacía tiritar.
Un silencio escalofriante.
Caminó a ciegas mientras observaba la inmensidad del cielo nocturno y las estrellas. Una punzada de dolor le recorrió desde el tobillo derecho hasta por toda la pierna, cayó de bruces contra el suelo golpeándose el hombro contra algo frío y duro.
Levantó la cabeza apoyando con los codos. Dolor ardiente descendió desde su tobillo, ahogó un grito. Observó bajo la luz de la luna su alrededor buscando pedir ayuda. Pero frente a ella, solo había una negrura, que probablemente era el bosque. A su izquierda más negrura y unas extrañas vallas metálicas contra el suelo que pasaban justo por debajo de ella.
Vías, son las tranvías comprendió.
No se había dado cuenta de que se había estado dirigiendo inconscientemente hacia las vías del tren.
Un extraño ruido estremecedor provino desde lo lejos. No tardó mucho en comprender que era el sonido del tren. Entonces pudo ver las luces del tren acercándose junto al estruendoso sonido. «Voy a morir» Pensaba en aquel entonces.
Esta vez sí gritó.
Unos fuertes brazos se aferraron a su alrededor atrayéndola hacia ellos con determinación. De repente estaban rodando por la tierra hacia algún lado.
—¿Estás bien, cariño? —Le había preguntado una joven y profunda voz masculina—. Eso ha sido un tanto suicida.
El chico se apartó y ella se pudo incorporar lentamente apoyada en él.
—Mi tobillo. —Jadeó.
—¡Oh! —Exclamó el chico que iba envuelto en un bonito y caro abrigo marrón—. Supuse que no te habías lanzado allí a propósito. Realmente no me pareces el tipo de chica que quiere experimental una muerte al estilo Destino Final.
Ella le miró algo confundida.
—Linda observación, ¿Puedes deducir eso con solo un vistazo o es que aparte de héroe improvisado también eres psíquico? —Sabía que estaba siendo grosera, pero no había podido evitarlo—. Gracias. Por no dejar que el tren me hiciera papilla. —Dijo suavizando su voz.
El chico la ayudó a llegar hasta la luz más cercana. Y ahí fue donde lo vio por primera vez. Con sus sorprendentes e hipnotizantes ojos azules cristalinos, sus amplios pómulos, sus largas pestañas, sus labios llenos y expresivos. El cabello se le veía plateado bajo la brillante luz de la luna… «Un ángel» Se había dicho ella, sin notar que había pronunciado aquellas palabras en voz alta.
Él le dedicó una sonrisa, de esas que llegan a los ojos, y eso le hizo parecer más sobrenatural, más hermoso.
—No hay de qué, Ángel.

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