2
El Hombre de Sombrero
El sol brillaba fuerte
en lo alto del cielo. De no saber que estaban a mediados de marzo, hubiese
jurado que el verano se había hecho una colada en el calendario y se había
adelantado unos buenos meses.
Estaban en el campo de futbol con el profesor Parketh,
quien estaba hablando muy contento sobre los últimos eventos deportivos.
—¡Quiero felicitar a los cadetes del equipo de futbol por el partido de
ayer! Ya van 4 partidos ganados de seguido y no nos falta mucho para las
estatales. —Exclamó con entusiasmo.
Todos los chicos del equipo de futbol empezaron a
gritar el nombre de Joe.
Rose rodó los ojos.
Era increíble. Ya era suficiente tener que
aguantárselo todas sus clases, porque tenía que hacerlo, pero ahora también
tenía que presenciar cómo lo alababan. A veces le había pasado por la cabeza la
idea de que lo había hecho totalmente a propósito. No podía ser coincidencia de
que todas sus clases coincidieran a la misma hora y con el mismo profesor, ya iban
por el segundo semestre y no era ninguna casualidad que en el primero también
lo hicieran. Al principio no le dio mucha importancia, por lo menos hasta notar
su extraño interés por recibir tutoría en las áreas de Biología e historia del
cuarto curso, en las cuales ella era una de las que estaba encargada. En
realidad eran cuatro, y él prefirió tomarlas con ella. Según él, porque era la
única que no era una completa extraña para él. Así que se reunían los martes y
los viernes a las cinco. Y precisamente hoy, es viernes. Se le hacía algo tan
increíble, él es uno de los mejores estudiantes de Silvercry ¿Por qué querría
tomar tutoría? No era nada normal, y mucho menos una coincidencia. No
necesitaba la tutoría, pero ahí estaba, dos veces a la semana en la sala de su
casa recibiendo ayuda de parte de la chica más ocupada de todo Silvercry High
School.
Él sonrió como siempre, con esa típica sonrisita
estúpida. «¿No puede creer qué es tan genial, o si?» Se preguntó Rose, ignorando la
punzada de culpa al recordar que ella justamente había estado pensado minutos
antes que era hermoso.
El entrenador hizo sonar su silbato callando a
todos. Hasta a sus pensamientos.
—Sí... sí… todo esto es gracias a nuestro nuevo capitán Joseph True. —Continúo muy emotivo el entrenador mientras
aplaudía y el resto lo secundaba.
Joe continuaba riendo complacido.
Rose volvió la mirada un instante, pero lo que
presenciaron sus ojos no fue menos que desagradable. Si había algo en el mundo
que ella odiara más que a Joe y a los programas romántico de televisión de mala
calidad, era Nancy Roswell, la tonta y típica rubia capitana del equipo de
porristas, con su perfecto body y sus
ojos azules que volvía a todos los chico un mar de babas. «Ru-Bruja, diría yo» Pensó.
Nancy solo era la capitana del equipo de
porristas porque pertenecía a una de las familias más ricas en todo el estado
de Overworld, y eso ya es mucho decir, y porque sus padres se aseguraron de que
la pobre estuviera lo más delgadamente posible como para ser una gran
bailarina. Era una de las estrellas de Hyuna
Mitchell Dance Academy, la mejor Academia de Ballet y danza tradicional del
país. Así que fue como un ángel caído del cielo para la institución tenerla
allí para liderar a su aburrido elenco de porristas.
Y a Rose no le gustaba ni la idea ni la chica.
Habían sido enemigas desde el tercer el grado. Algo que simplemente quería
olvidar. Además, se había convertido en la novia o acompañante de Joe desde el
momento de la llegada del chico a dicha secundaria.
Algo peor para tragar. ¿Cómo podía él soportar a
esa bruja?
Nancy se sentó al lado de Joe en el pasto y lo
abrazó acariciando su rostro, él le sonrió y luego le dirigió a Rose una de
esas miradas insinuantes. «¿No está hablando en serio, verdad?» Se preguntó atónita. De nuevo ese calor intenso subía lentamente por
todo su cuerpo posándose en sus mejillas. «Enfermo» Pensó, tratando de ignorar su piel erizada.
«¿Celosa?»
Ahí estaba, lo había hecho de nuevo. Rose se
estremeció.
—¡Muchas gracias chicos!… Todo esto es gracias a que ustedes han tenido
fe en ustedes mismos. Y por supuesto en mí.
—Habló Joe resaltando esa última frase con
arrogancia, haciendo reír a casi todos como si hubiese dicho un chiste. Excepto
que a Rose no le causó gracia—.
Es gracias a todo su empeño y su colaboración que
estamos hoy donde estamos, y para que vean que no solo soy bueno en el campo. Y
con las chicas. —Puso énfasis en la última frase, haciendo reír nuevamente a todos— ¡Esta noche hay fiesta en mi casa y todos están
invitados!
Parecía emocionado, todos los demás celebraban
aplaudiendo y gritando. Oh sí. Fiesta, por lo menos no tendría que aguantárselo
dos horas más en su casa dándole clases de tutoría y hablando sobre la
reproducción y la evolución de las células macrobióticas..
—Afff… ¡Presuntuoso!
—Silbó Rose entre
dientes y giró los ojos.
Roseanne su mejor amiga que estaba a su lado
izquierdo le dio un codazo.
—Oh, fantástico. —Exclamó en un susurro— ¿Acaso
no conocen los baños? Son tan repulsivos.
Rose siguió la mirada de su amiga, y se encontró
con una emocionada Nancy empapándole la lengua de saliva al lindo chico nuevo.
—Asqueroso. —Murmuró. Una punzada extraña en su
interior la hizo sentir incomoda. No solo con mirarles, sino con el hecho de
que él le estaba devolviendo el beso a su compañera.
—Pues yo creo que esto es gracias a que tú… eres maravilloso. —Dijo Nancy seductora, volviéndolo a besar.
Volvió a sonar el silbato alertándolos a todos, y
haciendo que Joe empujara a Nancy lejos de su vista.
El entrenador Parketh había estado en el ejército
la mayor parte de su vida, pero debido a sus problemas con el corazón se había
retirado. Solía ser el general Parketh, y él creía que dar clases de educación
física en un instituto era como entrenar a un grupo de soldados para la guerra.
Y que eso le daba todo el derecho de sacarles hasta los sesos en cada clase,
sin mencionar las constantes sonadas de su silbato. Siempre vestía con traje verde
militar. Tal vez para dar una mayor impresión de superioridad. Les llamaba
cadetes.
—Cadetes, ya es suficiente por hoy. —Reclamó el profesor Parketh al parecer muy sorprendido. Aunque el
resto de sus estudiantes ya se habían acostumbrado a las comunes escenas y
actos públicos de Nancy, para él esto era todavía una novedad, en el ejército
no solían verse este tipo de casos—.
Nancy por favor, este no es el momento… —La miró con el entrecejo fruncido hasta que ella
se apartó lo suficiente de Joe—.
¡…Gracias!
—Continuó—. Bueno, yo creo… creo —Dijo juntando las manos—, que la presidenta del comité de estudiantes, nuestra
hermosísima presidenta —Hizo seña con su mano a donde Rose
se hallaba sentada—, Rose
Lee, tiene algo que decirles a los cadetes del equipo de soccer. —Resaltó la palabra “Soccer”.
Perfecto. El profesor Parketh nunca se cansaría
de molestarla, él la había apoyado cuando decidió nombrarse candidata a la
presidencia, con la condición de que tenía que dar un discurso siempre, antes y
después de cada partido de las Águilas Negras de Silvercry; sin mencionar que
debería estar presente en cada una de sus celebraciones para demostrar su
orgullo por el equipo. «Chantajista» Quiso gritarle. Pero ella no lo
había rechazado, así que no podía echarle nada en cara.
Rose se levantó y se dirigió al lado del
entrenador un tanto dudosa, aún con los chicos aplaudiéndole no sabía que rayos
podía decir. Tenía que sonar coherente. Pero lo único que tenía en la cabeza
era la asquerosa imagen de Joe y su ru-bruja
anoréxica besuqueándose.
—Muchas gracias, entrenador. —Dijo
hacia él y este asintió sonriente. Levantó un poco la voz para sonar más calmada y sonrió gentil, con confianza—. Primero que nada, quiero felicitarlos por la
victoria del día de ayer. —Los chicos volvieron a celebrar—. Estuvieron grandiosos… fue uno de los mejores
partidos que he presenciado en mi vida, y miren que con Aeron Lee como padre he
presenciado muchos. —Todos
rieron con esta afirmación, que no era nada mentira—. Me enorgullece decir que Las Águilas Negras, por fin…
Se han ganado un lugar en mi corazón. Antes, a pesar de la obsesión de mi padre
a llevarme a cada partido… Desde que no le funcionó con mi hermano mayor…
Todos rieron de nuevo cuando Rose hizo una mueca.
Se veía tan hermosa ahí parada en frente toda la
clase, pensó Joe. Rose siempre había sido hermosa, y aunque ella se negaba a
creerlo eso no significaba que no lo fuera, y el simple hecho de que no lo
supiera le hacía más hermosa. Su cabello castaño era largo y con ondas que le
llegaban hasta la cintura, no era tan alta, pero sin duda era del tipo de chica
que voltearías a ver por el medio de la calle, con esos impresionantes ojos que
nunca podrías predecir su color, si eran verdes, azules, grises… o incluso
dorados que eran rodeados por largas y espesas oscuras pestañas. Sus labios
llenos y rojos que contrastaban con su tez olivácea. Podrías estar al otro lado
de la calle, pero podrías notar su incalculable belleza donde sea que la
vieses. No era como nada que él hubiese visto antes, robaba la atención de
todos a su alrededor y ella ni siquiera era capaz de darse cuenta. Pero tampoco
era tonta, era inteligente, muy inteligente y perspicaz.
«Sería una
excelente líder, ¿No crees?»
Escuchó esa voz tan familiar en su cabeza. «Cállate
¿No tienes algún inocente Novicio al que molestar?» Gruñó para sus adentros.
«Si fuese inocente,
entonces no tendría por qué ser un novicio». Le contestó la voz en un tono socarrón. «Vamos, tienes que admitir tiene maneras de
líder. Además, el tiempo se acaba, chico maravilla».
Joe tragó secó en intentó ignorar el nudo que se
había formado en su garganta. Había tiempo, aún había tiempo. Y nada ni nadie
lo iban a hacer entrar en la desesperación. Él,
podría esperar.
—¿Crees que podremos hacerlo mejor? —Preguntó Ruth, había sonado algo confundido, pero bien sabía Rose que
solo lo hacía para que ella tuviera que hablar más.
Era lo usual. Con Ruther compartía una conexión
única, pero incuestionable. Habían sido amigos desde el jardín de niños, siendo
hasta ahora uno de sus más leales mejores amigos. Él podía predecir sus
intentos por mentir, al igual que ella podía predecir los de él. Eran casi como
hermanos, excepto que en realidad él era más un hermano para Joe desde que se
habían criado en la misma casa que para ella que solo compartían su tiempo en
la escuela y en parte fuera de ella. Había intentado hacerlo salir con
Roseanne, pero ella era completamente desdeñosa con el lado popular de Rose en
Silvercry, aunque la apoyaba esta no alcanzaba a llevarse bien con nadie de los
altos estándares.
Roseanne prefería pasar el tiempo con las
personas de estándar normal, así como Jessica Rush. Una de sus mejores amigas,
aparte de Rose. Aunque últimamente las tres solían pasar mucho tiempo juntas.
—No importa lo que ella crea. —Dijo Joe intentando sonar desdeñoso y con un
cierto aire de superioridad—.
Somos las Águilas Negras de Silvercry… Podemos
con cualquier cosa. Su opinión no es importante.
—Claro que pueden, Ruth. —Exclamó Rose orgullosa, ignorando el comentario
de Joe—. Tienen un largo
camino por delante, y confió
plenamente en que no se darán por vencidos, que serán cada vez más
emprendedores con sus entrenamientos, y que en cada partido que venga entregaran
todo y lo harán mejor que en el anterior… ¡Son unos grandes chicos, y no solo
eso son unos grandes deportistas! Y son increíbles. —Les dedicó una sonrisa, la mayoría de los chicos ya empezaban a
aplaudirle.
»Sé —Continuó—, que algunos de ustedes están a punto de entrar en
la universidad, y que en unos cuantos meses ya no estarán con nosotros. Pero
quiero que recuerden, que siempre, siempre formarán parte de las Águilas Negras
de Silvercry… porque no solo somos un equipo, somos una familia. Y esta familia
siempre estará aquí cuando la necesiten, para apoyarlos, aunque no sigan el
camino del Soccer y vayan por otras carreras, estaremos aquí. —Rose se señaló con las manos y giró
los ojos divertida—. Me incluyo. —Rió. Y todos rieron con ella—. Pero mientras
estén aquí… Disfrútenlo, entrenen duro y den lo mejor de ustedes en cada
partido para
que logren su objetivo de una manera limpia, justa y satisfactoria. Suerte,
chicos.
Aplausos, gritos y silbidos. Esto fue lo que
recibió Rose de parte de los miembros del equipo de futbol.
Ella se dirigió a su puesto junto a sus amigas
pasando al lado de Joe, a quien le dedicó una mirada de diversión desafiante.
Este la miró con una ceja enarcada y una sonrisa de lado, sorpresa brillando en
sus ojos azul plateado. Ruth le giñó un ojo con aprobación justo en el momento
en que tomó asiento.
—Fueron una hermosas palabras, y bueno ¿Qué más podríamos esperar de
nuestra bella y hermosa presidenta de la sociedad de alumnos Rose Lee? —Dijo muy contento el entrenador Parketh aplaudiendo con mucho entusiasmo. Rose
giró los ojos por el halago—.
Tiene razón cadete, son unos grandes deportistas…
Y desde que entre a trabajar en Silvercry, jamás me había tocado un pelotón tan
bueno como este. —Al escuchar esto los chicos armaron un gran
escándalo, lo que provocó que el entrenador volviera a sonar su silbato—. ¿Pero para seguir siendo así de buenos que es lo
que necesitan cadete Kilmer?
—Entrenamiento, dedicación y confianza. —Contesto Ruth con certeza y mucha confianza.
—¡Correcto Ruth!
—Dijo Rose sonriente
aun por su victoria—. Y recuerden que el trabajo sin esfuerzo nunca es
buen recompensado. —Agregó en forma de indirecta observando a Joe.
—¡Que profunda, Srta. Lee!
—Rió este
sarcásticamente.
A lo que Nancy le agregó muy disgusta—: Irritante diría yo. ¡No la soporto, es una Zo…!
—Chist. —Reprendió
Joe reteniendo la rabia. Nancy le miró con sorpresa por lo que agregó con
sarcasmo—: No la
vayas a hacer enfadar quieres.
Ambos rieron. Pero la risa de Joe era fingida,
aunque ella no lo sabía.
—Él tiene razón señorita Roswell… No es buena idea, ya que usted
también estaría propensa a una suspensión al igual que su novio. —Interrumpió Rose cortante, resaltando la palabra “Novio”,
sintiéndose rara con el sabor que le dejaba la palabra en boca.
—Pero tú me dijiste… —Él se detuvo en seco al recordar que ella no
había dicho nada.
Rose se quedó ahí. Mirándole fijamente esperando
a que lo soltara. Pero no lo hizo.
—Literalmente no dije nada. ¿O si señor True?
Él no iba a responder, porque sabía lo que ella estaba
esperando. «Muy astuto. —Pensó—. Pero no lo
suficiente» Le dirigió una mirada.
«Ya veremos».
Escuchó nuevamente en su cabeza, lo que hizo que
se le pusiera la piel de gallina.
Volvió a sonar el silbato del entrenador.
—Bueno cadetes. —Dijo
aclarándose la garganta—. Hoy comenzamos con el primer torneo semanal de Voleibol masculino, así
se dividirán entre equipos. —Dijo el entrenador Parketh alzando la voz—. Las chicas se quedan del lado derecho y los
chicos del izquierdo. Por favor agrúpense de tres personas y empecemos. —Respiró un segundo mientras los alumnos se
colocaban en sus lados correspondientes—.
Cadetes formen una fila y… firmes. ¿Grupo número
uno? —Preguntó.
—Paxton, Kilmer y True, señor. —Contestó Joe sonriente. El entrenador lo miro
amenazante un momento «¿Qué le pasa?»
Se preguntó unos
segundos antes de recordar. Por supuesto, había olvidado el saludo militar—. ¡Oh, Lo siento! —Exclamó y posicionó su mano
para el saludo—. Señor.
—¿Grupo número dos?
—Continuó el entrenador.
—Western, Longart y Skiller, señor. —Apuntó una voz entre la fila de chicos uniformados con deportivos
jeans azules y camisetas blancas, el logotipo del Silvercry descansaba en el
lado izquierdo tanto de la camisa, como del jeans.
Los chicos siguieron eligiendo sus equipos.
Genial, el torneo femenino había sido la semana pasada. Así que solo les
quedaba esperar a los triunfadores del torneo masculino. Con suerte, Rose podía
adivinar quienes serían los ganadores, pero tal vez alguno de los otros equipos
hubiesen practicado lo suficiente como para superarles.
—Bueno, muy bien. —Dijo
el entrenador al terminar de formar los grupos—. Chicas… ¿Ustedes serán igual que la semana pasada
o me equivoco? —Preguntó el entrenador.
—¡Si señor…! Pero ¿Pensé que el nuestro había sido la semana pasada? —Dijo Jessica Rush un tanto confundida mientras
miraba a sus compañeras de equipo y mejores amigas, Rose y Roseanne.
—Sí. Pero no pensaran que se van a quedar sin hacer nada. —Apuntó—.
Ya conocen la secuencia… Grupo uno y uno, dos y
dos, tres y tres; y luego se rotan… Jessica Rush, Roseanne McDeller y Rose Lee
fueron las ganadoras de la semana pasada, el equipo masculino que gane se
enfrentará a ellas en la próxima clase. —Agregó el entrenador levantando la voz.
Rose soltó un suspiro. Por lo menos ellas no
tendrían que jugar esta vez, tendrían que esperar a la próxima semana… ¿En los
eventos anteriores al baile de primavera?
—¡Solo fue suerte!
—Bufó Joe.
«¿Cuál es su problema?» Se preguntó Rose.
—¿Suerte? ¿Dijiste suerte imbécil? —Inquirió Roseanne. La mayor anti-Joe True en todo Silvercry, y tal vez
la única. En realidad odiaba a los tres Simios Salvajes: Joe, Ruth y Nethan.
Era la mejor amiga de Rose, y no solo eso, era su
prima. Ella era una morena muy sexy de cabellos castaño cobrizo hasta las
caderas y de ojos verdes aceituna, alta y con una delgada figura. Hermosa, se
decía Rose. Pero tenía un carácter de los mil demonios.
—Sí, porque no estábamos nosotros para vencerlas. —Replicó Ruth parecía muy seguro de su respuesta. Aunque no de la
manera en que Roseanne había reaccionado a ello. Bien sabía Rose que a él solo
le gustaba molestarla, se divertía en grande con eso.
Ruther Kilmer. Él era sexy, el segundo del
peldaño de Silvercry desde la llegada de Joe, pero eso a él no le importaba. También
era alto, unos centímetros más Joe, contextura fuerte y delgada. Moreno, de
cabello castaño que le llegaba hasta la barbilla, ojos de un gris acuoso y
fascinante rodeado por esas largas y oscuras pestañas; pómulos anchos y
mandíbula cuadrada, poseía esa sonrisa pícara y ese hoyuelo en la mejilla
izquierda que parecía volver loca a todas las chicas. Era hermoso, pero a
diferencia de la forma calculadora y oscura y a la vez angelical de Joe, la de
Ruth era dura y salvaje.
Nethan tampoco quedaba atrás. Su cabello rubio miel
y sus verdes ojos le hacían muy llamativo. No era tan alto, pero era fuerte y
su personalidad era lo que más llamaba la atención. Despreocupado, era el
equilibrio entre el ocupado chico multimillonario y el fiel seguidor de este. Él
era más excéntrico y extrovertido que Joe y Ruth, el más mujeriego de todos los
tiempos. Rose aun no entendía la razón de que Jessica le adorase. Ellos habían
salido un par de veces, y no se extrañaría si tuvieran algo en secreto. Al fin
y al cabo, era lo que Nethan solía hacer, ir y venir con cada chica.
—¡Affs! Tranquila Roseanne solo son un par de tontos. Lindos.
Atractivos. —Trataba de calmarla Jessica, pero con esos comentarios solo la enojaba
más.
Jessica era una rubia platino de ojos verdes. Muy
proporcionada, le sobra uno que otro kilito, pero sin embargo no era nada menos
que atractiva. Con su obsesión por la moda y los zapatos de tacón, era todo lo
contrario a Roseanne, pero aun así encontraban la manera de pasarla bien
juntas.
—¡Huy… qué miedo! —Dijo Nethan sarcásticamente fingiendo que
temblaba. El rarito del grupo y el amor platónico del jardín de niños de
Jessica. Se podría decir que Jessica era la admiradora número uno de Joe. Pero
sin embargo, ella no se considera un buen partido para él.
—Cuidado chicas nos pueden lastimar con sus insultos infantiles. —Dijo Joe burlándose junto a sus amigos. Era
insoportable, Roseanne no era la única que lo sentía, Rose ya casi no podía más—. No inventen por favor.
—¿No tienen nada mejor que hacer, Simios salvajes? —Preguntó Rose estresada sobándose las cienes—. Como… ¿Hurgase la nariz con la cola de un mono
en Taiwán? No hay problema, yo les regalo los boletos. Porque para serles
sincera, no les veo ninguna gracia a sus ociosos comentarios infructuosos.
—¿Se levantó con el pie izquierdo, mi lady? —Preguntó Joe con diversión—.
¿Qué te sucede? Disfruta la vida, Ángel. —Agregó en forma de burla.
— ¿Mientras te destacas con tus dotes de caballero? —Preguntó agregándole un poco de tensión—. ¡Fabuloso! Déjame sentarme a observar la función en primera fila,
porque resulta tan agradable ver como tres mandriles le faltan el respeto a dos
notables señoritas. —Exclamó con
sarcasmo mientras los tres chicos la observaban en silencio y avergonzados—. Olvídalo, True. —Agregó—. Eso no es lo mío, y me alegraría en
escuchar que tampoco es lo tuyo.
Joe la miró sorprendido. Sabía que sabía
defenderse, pero no conocía la velocidad de su boca rápida e inteligente.
«¡Maravillosa!» Exclamó esa voz tan familiar en la
cabeza de Joe. «¿Necesitas más pruebas,
niño bonito?»
—No. —Dijo Joe, contestándole tanto a Rose como
a la voz en su cabeza—. No es lo mío, mi lady. Solo estábamos bromeando.
—Jaja… —Ironizó Rose aún enfadada—. Muy
graciosos, ya me reí. Ahora lárguense y vayan a jugar. —Les despidió con un
gesto desdeñoso de la mano.
Joe les hizo seña a sus amigos para marcharse y
sonrió secretamente. «Es mejor de lo que
esperaba» Se dijo. Pero su sonrisa no duró mucho, porque recordó algo que
no era muy placentero.
«Se parece a Él».
Campo de Football 1:27 pm. –Silvercry High School.
–Overworld City.
Los partidos ya habían acabado.
Justo y como Rose había predicho, el grupo de los
Simios Populares resultó ser el ganador. Ellos permanecían jugando con el
balón. Joe de vez en cuando le dirigía una que otra mirada. Era algo estresante
y a la vez entretenido, ya que sus amigas tenían una gran imaginación.
Jessica contando las posibilidades de
emparejarlos a ambos y Roseanne desdeñando cada una de aquellas posibilidades.
Sí, todo un espectáculo.
Rose se encontraba con sus amigas apartadas en un
lugar lejos de los oídos de los demás estudiantes conversando sobre el baile de
primavera. La verdad, a ella no le interesaba mucho ese baile. Pero todos
esperaban que fuese el mejor «Fue lo que les
prometí»
Gruñó para sí misma. El
baile sería dentro de 8 días, tendría tiempo para organizarlo, dejar a cargo a
Roseanne y a Jessica, y así podría ir a visitar a su abuela Bonnet. Hace tanto
que no le daba una visita. Se iría el viernes. Pasaría por la tienda de Brittan’s Pase para hacer algunas
compras. Hace tanto que no se compraba algo nuevo, bueno, hace meses. Le
compraría algo a la abuela y a Carol la hija de su tía Dora y regresaría el
domingo en la tarde, lista para esperar a Joe y terminar su ensayo de Lengua.
Sí. También es mi compañero de Lengua, pero por obra y gracia de la vida,
aunque a veces ella juraba que él había alterado el sorteo.
Rose se dio una sacudida mental y se preguntó: «¿Acaso
no habrá algo en tu mente y vida en lo que ese idiota rubio no esté
involucrado?» Se reprendió
a si misma por no dejarlo fuera de su cabeza, y decidió concentrarse en el viaje.
Era un viaje algo cansado, pero tenía sentido.
«Rose» Escuchó a alguien susurrar su nombre en su oído
derecho.
La piel se le erizó de miedo.
«Rose» Volvió a escucharlo.
No era la voz de Joe. En lo absoluto se parecía a
la voz de él. Era más gruesa y tensa. Sentía ganas de mirar, pero el miedo en
su interior no se lo permitía.
Respiró profundo y sintió nauseas.
«Rose… Ven a mí».
Se giró de bruces.
Fue como si una fuerza incomparable le hubiese
girado la cabeza a la fuerza. Una fuerte ráfaga de viento le golpeó y sintió
por un momento como si sus pies se hubiesen despegado del suelo.
Y ahí estaba.
Detrás de la banca de descanso. Había un hombre
mayor. Tal vez estaba pasando por sus 40 o 45, llevaba un traje de color negro
y un sombrero antiguo. A decir verdad todo en el parecía antiguo. Su cabello
era de un marrón grisáceo que recaía en su hombro izquierdo sostenido por un
moño de color rojo. Sus ojos se veían hundidos y rodeados de una sombra negra.
La miraba. Sí que la miraba. Tal vez era por la
inclinación de su cuerpo, pero ella sabía la miraba. El corazón se le acelero.
Ya casi no podía respirar… cuando todo se puso negro…
|
—¿Rose? —Escuchó una voz familiar pronunciar su nombre—. ¿Rose? —Era
Jessica que la llamaba desesperada.
También escuchó un murmullo de gente
preguntándose qué me había pasado y si estaba bien. También escuchó la voz de
Roseanne responderles.
—El jodido idiota de Joseph True y su balón. Eso fue lo que le paso.
—Rose, despierta. —Esta era otra voz conocida. Era Ruth, puso verlo
por la rendija del ojo. Se sentía pesada—.
Vamos, despierta.
Cuando abrió completamente los ojos tenía a casi
toda la clase a su alrededor. Parecían preocupados. Joe tenía ambas manos en la
cabeza y le miraba preocupadamente. Se sentó con ayuda de Jessica y Ruth. El
entrenador sonó su silbato.
—Déjenme pasar chicos. Permiso. Necesito verificar que la señorita Lee
se encuentre bien. —Oyó la voz del entrenador avanzar entre la
multitud. Le dolía mucho la cabeza y estaba un tanto mareada. Sentía
vibraciones que subían y bajaban desde la parte inferior a la parte superior de
su cráneo. El entrenador se agacho a su lado y paso una mano delante de sus
ojos—. ¿Está bien? ¿Cuántos dedos ve aquí?
No lo tenía muy claro. Tal vez eran seis. O por
lo menos eso parecía. Tal vez cuatro.
—¿Cuatro?
—¿Cuatro? —Repitió
desanimado—. No
adivines Rose.
Como no iba adivinar. No podía ver correctamente.
—Mi cabeza. Me duele. —Dijo sin vacilar. Ya no aguantaba.
—Llévenla a la enfermería. —Exigió el entrenador y sonó nuevamente su silbato.
Gimió fuerte por lo doloroso que aquello le resultó—. Disculpa Rose. No me acordé. —Respiró—.
True, Kilmer y Paxton. Ustedes son los culpables.
Disculpen que lo diga así, pero no hay de otra. Así que llévenla a enfermería…
El entrenador estuvo a punto de sonar nuevamente
su silbato, pero Rose lo interrumpió.
—No. Por favor.
—Entrenador ¿McDeller y yo podemos acompañarla? —Suplicó Jessica—.
Por favor… —Lo dijo usando su carita de perrito. Algo usual
en ella.
El entrenador hizo una mueca, pero luego dijo—: Está bien, vayan, aunque creo que es mucha
escolta para solo ser un golpe con el balón. El resto vuelvan a sus lugares.
Todos los demás se apartaron. Joe se acercó a
ella y le ayudó a levantarse con cuidado. Tenía el rostro decaído.
—¿Estás bien?
—Sí, claro. —Roseanne
puso sus ojos en blanco—. Pero qué pregunta tan conveniente, la acabas de golpear con un balón
idiota.
—Sí… descuida. —Contestó a la pregunta de Joe aún adolorida—. ¿Acaso fue venganza?
—¡No, lo juro! No fue intencional… —Su voz se quebró un poco. Estaba preocupado—. Jamás te haría daño, Rose. Soy un imbécil la
mitad del tiempo, pero nunca querría hacerte daño. —La intensidad en sus ojos
al pronunciar aquellas palabras fue todo lo que Rose necesitó. Él hablaba en
serio.
Ella asintió.
—Corrección: Eres un imbécil todo el tiempo. —Ambo sonrieron—. Pero
te creo.
—¿Qué dices? ¿No ves que lo hizo apropósito? —Preguntó Roseanne muy disgustada.
Rose rodó los ojos, descubriendo poco después que
no había sido una muy buena idea. No entendía la rabia de Roseanne, era más que
obvio que el pobre nunca quiso hacerlo.
—No fue así… ¡Solo fue un accidente! —Afirmó Ruth.
Claro que había sido un accidente. Si Joe no
hubiese sentido aquel ardor tan familiar en la parte posterior de su cuello
antes de hacer el saque, el balón no se hubiese desviado. «¿Qué rayos habrá sido eso?» Se preguntó. Había
sido solo un pequeño destello, por lo que no había tenido control de su cuerpo
en ese momento. Justo en ese momento recordó las palabras tan espeluznantes que
aún resonaban en su cabeza. «Se nos está
acabando el tiempo, y no me haré responsable de lo que suceda si Él la
encuentra primero».
—Mejor vayamos a la enfermería ¿Sí? Me duele mucho la cabeza. —Sugirió Rose sacando a Joe de sus pensamientos.
—¿Eso es lo único qué piensas decirle? —Roseanne parecía muy enfadada. Aunque no era nada complicado hacerle
enfadar. Pero la verdad Rose no se sentía bien como para estar armándole escándalos
a Joe, además, solo había sido un accidente.
—Ross… deberías calmarte. Deberíamos pensar primero en llevar a Rose a
la enfermería para bajarle el dolor de cabeza.
«Exacto Jessica. —Pensó Rose—.
Tú sí que me entiendes» No era normal que ella fuese la que dijera eso.
Por lo general no pensaba mucho.
—Después si ella le quiere reclamar algo a Joe. Que lo haga. Aunque lo
dudo. —Esa última frase la dijo resaltándola. Otra
muestra de que Jessica no deja de hacerse ilusiones.
Ella vivía planeando la supuesta boda de Rose y
Joe en algún futuro lejano. «Yo diría más bien
en otra galaxia»
Se dijo Rose sonriendo.
—Yo estoy de acuerdo con ella. —Afirmó.
—Sí. —Concordó
Joe ocultando una sonrisa, y comprendiendo el comentario furtivo de Jessica—. Gracias por tus buenos deseos, Jess.
A Jessica parecieron iluminárseles los ojos al
escuchar las palabras de Joe dirigidas a ella.
—Le estás dando más esperanzas, Joseph. —Murmuró
Rose al oído de Joe, quien la ayudaba a apoyarse en él para que caminara.
Él sonrió de lado.
—¿A ella o a ti?
Rose quiso resoplar, pero ya había comprendido
hace un buen rato que era mejor guardar silencio. No, no podía resistirse a
aquello.
—Tienes suerte de que no pueda golpearte,
idiota.
Joe la miró de soslayo y rió entre dientes.