Prólogo
O’Classie Valerie – Aleathis State’s – 24 de Diciembre de 1758
Él me miraba.
Había regresado.
Después de tanto tiempo, ahí estaba él mirándome fijamente; y no estaba
realmente contento. Había odio. Sí. Mucho odio en su mirada.
Nos rodeaba una
intensa niebla, y solo nos acompañaba el insignificante resplandor de la luna
llena que reflejaba la sed en sus ojos consumidos por la inmensa oscuridad.
Me puse en guardia,
pero él no atacó.
Apenas se divisaban
nuestros perfiles en medio de la bruma. Se acercó lentamente, parecía estar
preocupado. «Obviamente no por mí»
Pensé. Me dio una leve sonrisa maliciosa, que apenas pude notar que le daba
gusto verme. Eso me asustó como el infierno. Tengo que admitir, que de todas
las personas y los seres que habitan la faz de la tierra y el otro mundo, mi
hermano era a la última criatura que preferiría hacer enfadar. «Solo quiere burlarse. —Me dije
a mis adentros—. Es más fácil si lo hace desde tierra» Era un
tanto absurdo y humillante. Me sentí como un niño, solo, asustado, sin refugio,
impotente frente a una situación que sí fuese una persona normal (entre lo que
se puede considerar una persona normal) la hubiese asimilado, peligrosa, crítica y abrumadora.
—No vine con intenciones de matarte. —Me dijo con su
auténtico tonito burlón.
A lo lejos alcancé
a escuchar una leve risa sarcástica. «Lo sabía, solo quiere burlarse» Pensé.
—Tampoco vine a
burlarme, Elliotte. —Dijo
secamente. Había olvidado por completo ese
vínculo entre nosotros, después de todo somos hermanos, somos gemelos.
«Leer el
pensamiento. —Dije a
mis adentros—. Muy maduro, Cederick»
Él rió nuevamente.
—Tal vez… Pero debes admitir que es un tanto
astuto.
—Que bajo has caído. —Dije al fin tratando de no perder la calma—. Esto es un ultraje.
¿Cómo te atreves a invadir en mis pensamientos? Se supone que el pensamiento es
personal, es privado. —Agregué
un tanto enfadado.
—Bueno, bueno. Está bien, calma hermanito. No he
venido a burlarme, de ser así ¿No crees que este lugar es muy poco público?
Podría haber intentado por lo menos que la arena no pareciera un maldito
cementerio. —Volvió
con su sarcasmo, eso era ya algo inevitable. Él era inevitable, su arrogancia,
su ego, eran cosas comunes en Cederick. ¿Pero cómo no iba a comportarse de esa
manera? Siendo el chico prodigio de la familia y el heredero perfecto, ¿Cómo no
ser egocéntrico o arrogante?
El consentido de la
familia.
—¿A qué has venido? No he escuchado a ningún sonajero
todavía. —Le
pregunté sin vacilar, no quería perder mi tiempo con Cederick si no era nada de
qué preocuparse.
—Muy observador. —Comentó. A pesar de su comentario sarcástico,
está vez parecía hablar en serio—.
No es eso, Elliotte.
—¿Entonces que te trae hasta aquí? —Pregunté
preocupado. ¿Qué rayos podría traer a Cederick de nuevo a tierra?, Y más aún.
¿Cómo diablos pudo escapar de las llamas del infierno, o aun peor de las garra
de Sulled? Era confuso, la verdad muy confuso; como vi que no respondía, repetí
la pregunta—: ¿Qué te
trae hasta aquí, Cederick?
—Escucha bien —Espetó—, no tengo mucho tiempo. La puerta solo se abrió
para que saliera uno y entrara uno.
—¿Entonces has venido solo? —Eso no es común de Cederick, no es que sea un
cobarde pero salir sin una buena defensa no es algo que él haría.
—Basta de preguntas. —Dijo con brusquedad. Algo no tanto extraño de él—. Hubo un cambio de
planes.
«¿Un cambio de planes?
—Me dije— ¿A qué
rayos se refiere?»
—Sulled nos consiguió una segunda oportunidad
¿Cambio de planes?,
¿Una segunda oportunidad? ¿Sulled? ¿Qué diablos intentaba decirme? ¿A caso los
Dioses iban a devolverme a Romic?
—Sé lo que estás pensando, y no es así. —Por un momento mi
corazón se había acelerado, pero al escuchar esto se volvió lentamente a su
estado gélido—. Espera
la señal, tus sabrás cómo reaccionar. Ella debe cumplir su misión y nosotros
corregir un error. —Su voz
se desaparecía lentamente con la bruma. Era como si se volviese polvo.
Y ahí me
encontraba, solo nuevamente, arrodillado en el oscuro y húmedo pasto.
Lamentando mi absurda existencia. Deseando despertar envuelto en mis sábanas
blancas consumido en su cuerpo, en su sensual figura, en sus besos hasta en mi
último aliento, pero ya era tarde. Todo había acabado y yo la había perdido. Ya
no podía hacer nada para cambiarlo. Quizás esta segunda oportunidad que
mencionó Cederick sea útil, para mí, para él y en especial, para todos los
humanos.